“Cada canción va abrazada a un recuerdo”
Pedro Guerra
¿Es buena o mala la nostalgia? Dos significados nos presenta el diccionario de la Real Academia: “Pena de verse ausente de la patria o de los deudos o amigos” y “Tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida”.
¿Es buena o mala? Creo que añorar un tiempo de dicha no ha de ser malo. Tal vez, lo malicioso esté en la imposibilidad de abrirse (ante una pérdida, dolor, angustia, etc.) a nuevas realidades que puedan proporcionar alegría y felicidad. Esto lo llamaría “el recuerdo que paraliza”.
Es verdad que “lo que no está no está”. Pero, ¿se puede gozar de aquello que no está? ¿Se puede hacer presente desde el recuerdo aquello que se ha perdido y (aún perdido!!!) gozar de ello? ¿Por qué muchos recuerdos van acompañados de sonrisas y hasta lágrimas de emoción?
¡Tantas cosas se pierden en la vida! La infancia, la casa de los viejos, la plaza, la escuela, la esquina, la inocencia... personas: familiares, amigos, compañeros...
Un puñado de canciones invitan al recuerdo, presentado desde diversas perspectivas, distintas miradas, pero intensas:
- El recuerdo y la constatación del crecimiento en “Menguante” del músico canario Pedro Guerra.
- El recuerdo como reafirmación de la identidad en “Al olor del hogar” interpretado por la Bersuit.
- El recuerdo como refugio a partir de “La casa de mi madre” de Raly Barrionuevo.
- El recuerdo y el valor de la niñez: “Chiquillada” de José Carbajal, el sabalero.
- Finalmente, revisión de vida en “Mariposa teknicolor” de Fito Páez.
El recuerdo y la constatación del crecimiento
Hay un efecto que se da a partir del recuerdo: el de percibir que las cosas que recordamos tienen un valor o tamaño muy distinto de como en verdad son. Acerca del tema “Percepción” leía hace un tiempo que el tamaño de los objetos que se perciben dependen del valor que les asigne la persona que recibe dichos estímulos. (Bosselini – Orsini – Psicología).
Los recuerdos de la infancia suelen tener este efecto, especialmente aquellos “lugares” que han sido de un modo especiales: la cocina, el patio, la plaza... En el recuerdo, su tamaño (esto es, la importancia que le asignamos) es mayor de lo que en realidad son. En nuestras mentes los vemos más grandes, importantes.
Al presentar el tema “Menguante”, Pedro Guerra hace referencia a esta particularidad: “todo ha menguado”, “nosotros no crecemos, hay una conspiración: las cosas menguan”, afirmaba el cantor canario.
Menguante
(Pedro Guerra – Bolsillos – 2004)
El banco de mármol, la plaza, el velero;
cañones por banda... La casa, el colegio,
el uno en la espalda del breve portero...
Ya nada es lo mismo.
Menguaron. Pequeños.
El patio, las flores, el invernadero,
los verdes limones que da el limonero,
la lluvia golpeando el temor de mis sueños...
Ya nada es lo mismo.
Menguaron. Pequeños.
Sólo el mar es igual,
profundo y azul:
más grande que yo,
más grande que tú.
La piedra que enjuaga el jersey del invierno,
mis botas de barro, mi espada, mis besos,
la Iglesia espiando el calor de mis juegos...
Ya nada es lo mismo.
Menguaron. Pequeños.
El arco que carga al rosal desde el suelo,
la calle que ayer era un campo desierto,
la luz del otoño arañando el espejo...
Ya nada es lo mismo.
Menguaron. Pequeños.
cañones por banda... La casa, el colegio,
el uno en la espalda del breve portero...
Ya nada es lo mismo.
Menguaron. Pequeños.
El patio, las flores, el invernadero,
los verdes limones que da el limonero,
la lluvia golpeando el temor de mis sueños...
Ya nada es lo mismo.
Menguaron. Pequeños.
Sólo el mar es igual,
profundo y azul:
más grande que yo,
más grande que tú.
La piedra que enjuaga el jersey del invierno,
mis botas de barro, mi espada, mis besos,
la Iglesia espiando el calor de mis juegos...
Ya nada es lo mismo.
Menguaron. Pequeños.
El arco que carga al rosal desde el suelo,
la calle que ayer era un campo desierto,
la luz del otoño arañando el espejo...
Ya nada es lo mismo.
Menguaron. Pequeños.
El recuerdo como reafirmación de la identidad
De los lugares que la infancia, el hogar posee una significativa importancia. Muchas canciones hablan del regreso al hogar, en este caso, “Al olor del hogar” instala una distinta perspectiva: el recuerdo como reafirmación de la identidad.
Al olor del hogar
(Bersuit Vergarabat – La argentinidad al palo – 2004)
Mi casa era un abrazo con aromas,
afuera el mar oleaba en adoquines,
por suerte había chapas que, en la siesta,
hacían que llover no fuera triste...
afuera el mar oleaba en adoquines,
por suerte había chapas que, en la siesta,
hacían que llover no fuera triste...
Y hablo de mi casa, nunca nuestra,
mudándonos de barrio, sin opciones,
a la hora de movernos, ¡qué increíble
imaginar un mundo en los camiones!...
La casa, ningún living, de una pieza,
de los despertadores tan temidos,
soñando que, tal vez, quizá no suene
para ir a mi otra escuela de bandidos...
Jamás podré elogiar a mi pobreza,
tan sólo es el cristal de mi pasado,
que suena, como copa, en esta noche
y abraza con su vino destapado...
Mi hermano heredándome la pilcha,
aquella que vistió también a un primo,
así fue que aprendimos el secreto
de compartir los parches y el camino...
El carnaval y el tango fueron cuna,
mi vieja me cantó "Duerme, negrito",
y en mi segundo hogar, el Gallinero,
mi viejo me soñó como Angelito...
mi vieja me cantó "Duerme, negrito",
y en mi segundo hogar, el Gallinero,
mi viejo me soñó como Angelito...
Los aromas de la casa, los adoquines de la calle, las chapas del techo y esa sensación de mudanza permanente. No había propiedad sino pertenencia, identificación con el lugar, no por su posesión, sino por el vínculo establecido. Es que los aromas y los lugares forman parte de la identidad personal. ¿Sería el mismo sin mi casa y mi barrio, sin el árbol de la esquina y la avenida a una cuadra?
La condición social aporta, también, a la definición de la identidad. La pobreza se hace presente. No hay orgullo, tan solo aceptación de un pasado que forjó al que es hoy. Y la misma condición definió ciertos valores que se conservan: aprender a “heredar la pilcha” para compartir “los parches y el camino” delinean al hombre abierto al otro, el hombre generoso.
¿Qué es la identidad? No solo lo que expresamos ni tampoco un dato genético. La identidad es un nombre, una forma de ser, un estar, un ir y venir, valores que se sostienen, una calle con nombre de árbol, olor a jazmines, un patio y el orgullo de ser lo que se es.
El recuerdo como refugio
La casa es refugio y el refugio es hogar. Existe una relación estrecha entre el hogar y la madre. Contaba la Madre Teresa la historia de una niña indigente que había sido llevada a uno de sus hogares y tantas veces se había escapado. En una de las tantas búsquedas fue encontrada, junto a su madre, a la sombra de un árbol debajo del cual un fuego calentaba una olla ennegrecida. Al ser invitada al regresar al hogar, respondió: “El hogar está aquí, donde está mi madre”.
¿Por qué existe este vínculo entre el refugio, el hogar y la madre? El vientre materno, en el cual hemos vivido nueve meses ha sido nuestro hogar y perfecto refugio. Por eso, la búsqueda de consuelo nos encuentra en el regazo, o simplemente al lado, en la cocina...
Raly Barrionuevo describe la casa y el reencuentro: sabores, colores, ilusiones que “habitan” el silencio. Ese silencio da sensación de soledad. Silencio y soledad, dos componentes fundamentales del recuerdo.
Hacer silencio es algo parecido a una virtud (¿o lo es?). Es vivir la capacidad del ensimismamiento, retrotraerse al interior y, una vez allí, cesar en todo intento por llenar espacios hasta que el ruido “moleste”. En ese estado uno puede escucharse y g. zar de recuerdos y aromas.
Muchos recuerdos aparecen en situación de soledad. ¿Es la soledad la que dispara esos recuerdos? ¿Pueden esos recuerdos colmar la soledad o “habitar” los silencios?
En “La casa de mi madre” una canción, una ilusión, un color y un sabor colman espacios y caracterizan el reencuentro.
La casa de mi madre
(Raly Barrionuevo – Circo criollo – 2001)
La casa de mi madre
huele a brisas de geranios,
paseándose en el patio
a hurtadillas van los años
y una canción
le habita los silencios
La casa de mi madre
guarda espacios de nostalgia,
jugando en sus rincones
se ha quedado nuestra infancia
y esa ilusión
le habita los silencios
Y hoy vuelvo a buscarme
en la senda del viejo baldío
me ha devuelto a mi madre el camino
y a sus manos de luna y membrillo.
Y hoy vuelvo a buscarme
en el cielo, la noche y el río
Me ha traído a mi patio el camino
y a su aroma de suncho y de grillo.
La casa de mi madre
son los días deshojados.
Mateando los inviernos
en la sombra del naranjo
y ese color
le habita los silencios.
Mi madre es una lluvia
regadora de febrero,
curando mis heridas
con tesitos de poleo
y ese sabor
me habita los silencios.
El recuerdo pone en marcha el regreso. Se hace viva la nostalgia e imperiosa la necesidad de reencontrarse con esa historia personal. Una y otra vez el hombre vuelve a buscarse, en rincones, sabores, sonidos... en la casa de la infancia, en la casa de la madre.
El recuerdo y el valor de la niñez
Personalmente, reconozco en “Chiquillada” una pintura de mi propia infancia. Compuesta por José Carbajal e interpretada por Leonardo Favio o Jorge Cafrune, entre otros, la referencia al “pantalón cortito” indica un tiempo que ha pasado, que, en la revalorización del recuerdo, se convierte en algo digno de contar (o cantar).
Chiquillada
(José Carbajal – Canto Popular – 1969).
Pantalón cortito
bolsita de los recuerdos
Pantalón cortito
con un solo tirador
bolsita de los recuerdos
Pantalón cortito
con un solo tirador
Con cinco medias hicimos la pelota
y aquella siesta perdimos por un gol,
una perrita que andaba abandonada
pasó a ser la mascota del cuadro que ganó.
y aquella siesta perdimos por un gol,
una perrita que andaba abandonada
pasó a ser la mascota del cuadro que ganó.
Dice el abuelo que en los días de brisa
los ángeles chiquitos se vienen desde el sol
y bailotean prendidos a las cometas,
flores del primer cielo, caña y papel color.
los ángeles chiquitos se vienen desde el sol
y bailotean prendidos a las cometas,
flores del primer cielo, caña y papel color.
Media galleta rompiendo los bolsillos,
palito mojarrero, saltito de gorrión.
Los muchachitos de toda la manzana
cuando el sol pica en pila se van al cañadón.
palito mojarrero, saltito de gorrión.
Los muchachitos de toda la manzana
cuando el sol pica en pila se van al cañadón.
Yo ya no entiendo que quieren los vecinos,
uno nunca hace nada y a cual más rezongón.
La calle es libre si queremos pasarla
corriendo atrás el aro llevando el andador.
uno nunca hace nada y a cual más rezongón.
La calle es libre si queremos pasarla
corriendo atrás el aro llevando el andador.
Bochón de a medio patrón de la vereda
te juro no le pago aunque gane el matón,
dos dientes de leche me costaste gordito,
la soba de la vieja pero te tengo yo.
te juro no le pago aunque gane el matón,
dos dientes de leche me costaste gordito,
la soba de la vieja pero te tengo yo.
Fiesta en los charcos cuando para la lluvia,
caracoles y ranas y niños a jugar.
El viento empuja botecitos de astraza,
lindo haberlo vivido para poderlo cantar.
caracoles y ranas y niños a jugar.
El viento empuja botecitos de astraza,
lindo haberlo vivido para poderlo cantar.
Chiquillada, chiquillada, chiquillada...
Sencillez en el relato y en las formas. Es una pintura de la infancia, un estilo: se gana la calle, se apodera de la siesta, transformada en territorio propio, lejos de la vista de los mayores, donde la libertad se vive acalorada por el fuerte sol de los veranos.
En tiempo de violencia y consumismo, “Chiquillada” es una invitación a la simpleza, a un estilo de vida pobre, despojado de sofisticación. Hay fiesta en los charcos, carreras de carritos (o andadores), mensajes al barrilete y una disputa callejera solucionada sin diplomacia. Otra vez el orgullo de lo que se ha sido y la historia que se ayudó a escribir.
Revisión de vida
Es el recuerdo el que impulsa al hombre a volver. ¿O es el volver que motiva el recuerdo? Como sea... al experimentar el regreso al hogar, a las fuentes, al barrio, se pone en marcha la poderosa máquina del recuerdo. Así queda expresado en “Mariposa Teknicolor”.
Mariposa Tecknicolor
(Fito Páez – Circo Beat – 1994)
Todas las mañanas que viví
todas las calles donde me escondí
el encantamiento de un amor
el sacrificio de mis madres,
los zapatos de charol.
Los domingos en el club
salvo que Cristo sigue allí en la cruz
las columnas de la Catedral
y la tribuna grita gol,
el lunes por La Capital.
Todos yiran y yiran, todos bajo el sol
se proyecta la vida... mariposa technicolor.
Cada vez que me miras, cada sensación
se proyecta la vida... mariposa technicolor.
Vi sus caras de resignación
los vi felices, llenos de dolor,
ellas cocinaban el arroz
él levantaba sus principios de sutil emperador.
Todo al fin se sucedió
sólo que el tiempo no los esperó,
la melancolía de morir en este mundo
y de vivir sin una estúpida razón.
Todos yiran y yiran, todos bajo el sol
se proyecta la vida... mariposa technicolor.
Cada vez que me miras, cada sensación
se proyecta la vida... mariposa technicolor.
Yo te conozco de antes... desde antes del ayer
yo te conozco de antes cuando me fui no me alejé.
llevo la voz cantante, llevo la luz del tren,
llevo un destino errante, llevo tus marcas en mi piel
y hoy sólo te vuelvo a ver...
y hoy sólo te vuelvo a ver...
y hoy sólo te vuelvo a ver...
Hay momentos en la vida que, lo que recordamos, se presenta en nuestras mentes de manera vertiginosa a partir de imágenes que se suceden unas a otras. El recuerdo posibilita, así, la revisión de vida: “Todas las mañanas que viví...”.
¿Cuántas preguntas dispara esta canción? ¿A qué lugares te transporta? ¿Qué rostros pone ante tus ojos? ¿Qué se proyecta de tu vida?
Es un lindo ejercicio: escuchar y dejar que la mente inicie el camino hacia aquellos momentos, situaciones, objetos y personas que moldearon al que hoy somos.
que buen tema! y hay muchos mas muy buenos tambien! un abrazo!
ResponderEliminar