El sentido de la vida

Albert Camus decía que había un solo problema filosófico: el suicidio, es decir, el pensar si la vida merece ser vivida.

La cuestión sobre el sentido de la existencia es una fuente inagotable de reflexiones, y no hay duda, esta pregunta ocupará siempre los primeros lugares entre las que más interesan al hombre.

El tango “Uno” manifiesta esta honda preocupación humana.

Uno
(Letra: Enrique Santos Discépolo – Música: Mariano Mores)

Uno busca lleno de esperanzas
el camino que los sueños
prometieron a sus ansias,
sabe que la lucha es cruel y es mucha,
pero lucha y se desangra
por la fe que lo empecina.

Uno va arrastrándose entre espinas,
y en su afán de dar su amor
sufre y se destroza hasta entender
que uno se ha quedao sin corazón,
precio de castigo que uno entrega
por un beso que no llega
o un amor que lo engañó,
vacío ya de amar y de llorar
tanta traición...

Si yo tuviera el corazón,
el corazón que di,
si yo pudiera, como ayer,
querer sin presentir,
es posible que a tus ojos,
que hoy me gritan su cariño
los cerrara con mis besos,
sin pensar que eran como ésos
otros ojos, los perversos,
los que hundieron mi vivir...

Si yo tuviera el corazón,
el mismo que perdí,
si olvidara a la que ayer
lo destrozó y pudiera amarte...
me abrazaría a tu ilusión
para llorar tu amor...

Pero Dios te trajo a mi destino
sin pensar que ya es muy tarde
y no sabré cómo quererte,
déjame que llore cómo aquel
que sufre en vida la tortura
de llorar su propia muerte.

Pura como sos, habrías salvado
mi esperanza con tu amor.
Uno está tan solo en su dolor,
uno está tan ciego en su penar,
pero un frío cruel, que es peor que el odio,
punto muerto de las almas,
tumba horrenda de mi amor,
maldijo para siempre y me robó
toda ilusión...






Al escuchar “Uno” (Letra: Enrique Santos Discépolo – Música: Mariano Mores), el inicio mismo del tango nos presenta la esperanza de hallar ese sentido; un camino que se ha soñado y que implica esfuerzo y “lucha”.

El amor asoma como la meta anhelada. Amar: para eso existimos. Pero...

La presencia de la frustración existencial (antítesis del sentido de la vida) irrumpe con toda su fuerza en el estribillo: ¿qué sucede cuando no se puede amar? La respuesta está en la segunda estrofa.

Siempre hay una oportunidad, pero, en este caso, el protagonista está encerrado en su pasado, su corazón herido está impedido: la “tumba horrenda” del amor ha encerrado esa nueva posibilidad del que “está ciego en su penar”.

“Uno” sintetiza el dolor de tantos hombres y mujeres que, o bien no han hallado un sentido o lo que poseían como tal se ha desvanecido.

Este mismo tema se encuentra en muchas letras del universo del tango. Una de ellas es “La última curda”.

La última curda
(Letra: Cátulo Castillo – Música: Anibal Troilo)

Lástima, bandoneón, mi corazón...
tu ronca maldición maleva,
tu lágrima de ron me lleva
hacia el hondo, bajo fondo
donde el vaso se subleva...
Ya sé... no me digás...
tenés razón
la vida es una herida absurda
y es todo, todo tan fugaz
que es una curda, nada más,
mi confesión...

Contame tu condena,
decime tu fracaso,
... no ves la pena que me ha herido?
Y hablame simplemente
de aquel amor ausente
tras un retazo del olvido...

Ya sé que me hace daño!
Yo sé que te lastimo
llorando mi sermón de vino...
Pero es el viejo amor
que tiembla, bandoneón,
y busca en un licor que aturda
la curda que al final
termine la función
corriéndole un telón al corazón.

Un poco de recuerdo y sinsabor
gotea tu rezongo lerdo.
Marea tu licor y arrea
la tropilla de la zurda
al volcar la última curda...

Cerrame el ventanal
que quema el sol
su lento caracol de sueño...
no ves que vengo de un país
que está de olvido, siempre gris,
tras el alcohol.


En sus primeras líneas, el tango nos deja una definición contundente: “la vida es una herida absurda”.

¿Cómo puede entenderse esa herida?  ¿O es inentendible por el mismo carácter de absurda? La fugacidad de la vida también se expresa de modo patente: es tan corta que basta con una ronca confesión.

Entre los grandes temas que han movilizado la cuestión acerca del hombre, la mención al fracaso es uno de los más relevantes. De muchas maneras fracasamos y muchas son las posturas frente al fracaso.

Aprender de los tropiezos puede ser de las salidas más saludables, pero concebir al fracaso como una condena, paraliza.

En el pensamiento de Víctor Frankl, uno de los claros ejemplos de ausencia de un sentido para la vida es el considerar al placer sensible como un principio regulador de la existencia.

El alcohol impulsa una confesión, ¿o lo es un viejo amor que terminó en fracaso? Ciertamente, el protagonista busca el olvido (“y busca en un licor que aturda”), cerrar un capítulo (“la curda que al final
termine la función / corriéndole un telón al corazón”).

En las canciones hay lugares espacialísimos para el encuentro redentor, liberador, el pasaje de la frustración existencial al hallar, encontrar un sentido para la vida. Uno de esos lugares es el bar.

“Milagro en el Bar Unión” (Salzano – Jairo / Estampitas / 1997) es una de las canciones que pinta el encuentro entre dos almas en busca de amor en el marco de un bar, en el cual Dios toca el piano del salón. La frase final es elocuente:


“Algunos bares parecen hechos a la medida 
son como besos que hacen milagros en las heridas”. 

Pero la canción que mejor pinta el encuentro entre la frustración y el sentido es “El bar de los fracasos”.

El bar de los fracasos
(Víctor Heredia – De amor y de sangre – 1985)

Descubrí tus ojos en un bar
donde va a morir la soledad
y el otoño fuma un cigarrillo,
y entre los paseantes del dolor
encontré tus ojos, y el amor
espantó las brujas del suicidio...

Yo tomaba un loco copetín
vomitando al cielo el folletín
de mi vida yendo hacia su ocaso.
Vos buscabas algo mas que un Gin,
aunque poco había por allí,
en el viejo "Bar de los fracasos"

Me miraste apenas y lloré,
no sabía entonces que el amor
abre puertas que cerró el ayer.
Yo era solo un hombre con dolor,
una sombra en la mesa de un bar,
una playa ciega sin su mar,
una nube que olvidó volar,
en el viejo "Bar de los fracasos"

Nos amamos tanto en ese hotel
con extrañas flores de papel,
en mi vida vi tanta esperanza.
Algo de mi antigua soledad
se aburría sola en un sofá
envidiando el fuego en nuestras almas.

Ese tiempo azul canté y amé,
fui de nuevo viento, fui cincel,
corazón y espuma encaramada.
A tus pechos de victoria y fe,
a tu vientre cálido y tu miel,
a esa sombra extraña en tu mirada.

Me miraste apenas y lloré,
no sabia entonces que el amor
cierra puertas sin decir porqué.
Yo era un hombre solo con dolor,
una sombra en la mesa de un bar,
una playa ciega sin su mar,
una nube que olvidó volar,
en el viejo "Bar de los fracasos".
Me miraste apenas y lloré.....




Hay cierto dramatismo en el inicio de la canción, la descripción del bar y la motivación de los que allí esperan...

“Espantó las brujas del suicidio”, es una de las expresiones más fuertes que el autor manifiesta. Sin duda, caído en la frustración existencial, no hallar sentido a la existencia hace presente el terrible interrogante sobre la vida.

Pero el protagonista tiene una actitud de búsqueda, ya que el “Bar de los fracasos” es el lugar donde va a morir la soledad... hay una manifiesta esperanza.

El encuentro es redentor: una mirada, un diálogo, un abrazo. “Me miraste apenas y lloré...” es la expresión de quien se sabe redimido, liberado de una antigua esclavitud; el verdadero amor puede curar heridas y devolver a la persona el espíritu de alegría y esperanza que el fracaso le había arrebatado conduciéndolo a la frustración.

Recuperar la existencia, reconocerse como viento, como cincel, saber hacia dónde caminar, saberse autor de su propia historia, recuperar el sentido...

Algunas preguntas para continuar la reflexión:

¿Qué es el sentido de la vida?
¿Qué es la frustración existencial?
¿Con qué imágenes se presentan estos conceptos en las tres canciones?
¿Cómo hallar el sentido de la existencia?

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